Todos estos síntomas del enamoramiento se deben a que la actividad química de nuestro cerebro cambia. Aumentan los niveles de dos estimulantes muy potentes la dopamina y la norepinefrina y disminuyen los de otra molécula, la serotonina. Anegados por este cóctel químico sucumbimos al amor y a todos sus efectos. Él o ella se convierte en el centro de todo, en detrimento de cualquier otra cosa o persona, y es que la dopamina y la norepinefrina ayudan a focalizar nuestra atención. Miramos al amado como algo único y nuevo porque la dopamina favorece el aprendizaje de estímulos novedosos, y recordamos detalles minúsculos de esta persona y del tiempo que hemos pasado juntos gracias a que la norepinefrina aumenta la capacidad de recordar estímulos nuevos. No podemos dejar de pensar en él o ella, es inevitable, y se debe a que los niveles de serotonina disminuyen y provocan un pensamiento obsesivo. Buscamos la manera de tener cosas en común, incluso cambiamos la manera de vestir, nos pasamos del pop a Mozart. Todo con el fin de agradable. Es la dopamina una vez más, que también se asocia con la motivación y con las conductas orientadas a alcanzar un objetivo concreto. Curiosamente, si surgen obstáculos para la relación, los sentimientos se intensifican. Se conoce como el efecto Romeo y Julieta, y ocurre porque percibir la adversidad aumenta todavía más la producción de dopamina en el cerebro. Estas tres substancias que producen el colocón del amante están más presentes en unas regiones cerebrales que en otras, y podemos detectarlas con técnicas de neuroimagen. Escaneando cerebros enamorados se ha visto actividad en varias zonas, entre ellas la corteza, pero dos módulos destacan sobre el resto. El área ventral tegmental (la mayor fábrica de dopamina del cerebro) y el núcleo caudado (una región muy primitiva de donde emana la pasión). Se considera el motor de la mente y su combustible, no podía ser otro, es la dopamina. Ambas regiones forman parte del sistema de recompensa del cerebro, una red mental primordial que nos ayuda a detectar recompensas y a actuar para conseguirlas. En este caso, hace que el amante centre toda su atención en el premio más importante de su vida, una pareja que transmita su DNA para toda la eternidad. No es de extrañar que los amantes crucen continentes para abrazarse durante un fin de semana, cambien de trabajo, o incluso mueran el uno por el otro. Cuando este sistema se activa, poco podemos hacer. Pero realmente, ¿es todo química?.
martes, 26 de agosto de 2008
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